Todos somos familia… y la identidad es el punto de partida
01 de enero de 2018
Boletín número 762
La sociedad, como las organizaciones, tienen su origen desde donde se construye lo que son en el presente y lo que anhelan en el futuro. Para ello tienen la memoria, un concepto insustancial pero poderoso, por los sentimientos que genera a través de imágenes, sonidos o sentimientos que nos tocan el corazón.
Por eso la familia es la esencia de la vida, porque tiene memoria y tiene identidad. Para los mexicanos, ambas palabras nos definen en la cultura para darle el valor a la familia. La memoria y la identidad se manifiestan de múltiples maneras. El mundo y nosotros sabemos de su valor. En algún punto de la historia surgió el concepto de identidad. Para cada pueblo y para cada sociedad; para cada organización y, por lo tanto, para cada individuo la identidad es lo que nos hace uno.
Somos familia, se dice en Coco. Esto es así porque en México ni la muerte la destruye; por el contrario, es la quimera que nos une. De la muerte, dice Epicuro “que cuando yo estoy, ella no está; y cuando ella está, yo no”, así que los mexicanos no le tememos a la muerte y nos acompaña en la vida para hacernos felices al reír, al recordar con fervor a nuestros muertos. Así ha sido incluso antes de J. Guadalupe Posada: con humor nos mostró el futuro, la calavera que un día habremos de ser. Y antes de Sor Juana Inés de la Cruz, la dama que condenaron al silencio por las trampas de la fe; y mucho antes de Nezahualcóyotl, quien nos señala nuestro destino: Águilas y tigres, Aunque fuerais de jade, Aunque allá iréis, Al lugar de los descarnados…
La identidad no sólo nos une, también nos describe y nos define. Somos el yo y nuestras circunstancias, como diría Ortega y Gasset, que le ha dado al pueblo español parte de su identidad en lo circunstancial, en lo histórico y en lo espiritual. Pero en México la identidad no es sólo el yo y su contexto; trasciende más allá del individuo. Es el yo y el otro, es el hombre y la mujer, es la diosa madre y el padre de la dualidad. Es Ometéotl, quien también es Ometehcutli y Omecíhuatl. Recordemos que, para los primeros pueblos mesoamericanos, Ometéotl fue la primera manifestación divina que dio origen a todo. En la lengua autóctona mexicana la palabra “Ometeotl” engloba al creador de todo, el principio, el origen.
Así, en el Tecnológico Nacional de México, tenemos un origen. Un principio. Y por lo tanto, como en los sistemas, el reconocimiento de nuestra historia es la base para el presente. Nuestro origen es el punto de partida, que nos da identidad. Por ejemplo, el evento nacional deportivo, entre muchas otras cosas nos define y nos describe. Cada año lo festejamos como a la muerte y nos une en un renacer, en un recomenzar desde el principio, pero unidos por la historia, por los símbolos de nuestra nación mexicana en todos los puntos cardinales y en todas las voces de nuestros pueblos-institutos tecnológicos.
Por eso, como una aspiración de ganar unidad e identidad al Tecnológico Nacional de México, se creó en Tepic durante el año de 2014 el trofeo Ometéotl, el máximo objeto del deseo de los jóvenes deportistas, porque llevan el anhelo de ganar, de retener para siempre el trofeo, pues su posesión en un evento nacional alimenta el futuro de ser nuevamente triunfadores. Este evento, como todos los académicos, cívicos y culturales, nos describe y une como sistema con identidad propia.
En la organización de cada evento, sin darnos cuenta actuamos como sistema, como dicen Kaat y Kroon. Cada actividad para participar en la justa deportiva nacional, en el evento de bandas de guerra o en el de arte y cultura, sigue la regla “las partes de un sistema están al servicio de la totalidad”, porque el todo es más importante que la suma de sus partes. También afirman, a la inversa, que “las partes muestran las propiedades del todo”.
Sabemos que cada instituto tecnológico tiene su historia en su comunidad, pero sirve a un todo que es el TecNM. Tienen su identidad en sus orígenes, en sus lemas, en sus mascotas, pero partimos de un origen que ahora se llama TecNM. El Tecnológico Superior de Ciudad Hidalgo, en Michoacán, tiene su Imperio del Jaguar, como unidad de su actividad académica de investigación, unida a su mascota. Así también en los Institutos Tecnológicos de Colima o Tláhuac, parte de su identidad está asociada a su macota el Caballero Jaguar. En el TecNM, el origen es el Caballero Águila.
A partir de ahí, ante el derecho de pertenecer a un sistema, utilicemos la dualidad de que somos uno y que somos parte. El reto para el TecNM, nuestro dominio en internet, es construir juntos la identidad del origen, Caballero Águila a partir de la dualidad de cada tecnológico. Nunca es tarde para reconstruir el punto de partida: Caballero Águila – Caballero Tigre, como en Tepic; Caballero Águila – Caballero Lince, como en Celaya; Caballero Águila – Caballero Ocelote, como en el Instituto Tecnológico de Campeche.
Todos somos familia en la unidad, en la identidad y dualidad. Llevemos en el corazón la identidad que nos da el Tecnológico Nacional de México. Seamos parte de un sistema, impregnando en la sociedad el símbolo del TecNM, para que quede en su conciencia, en cada comunidad de cada Instituto Tecnológico. Es cuestión de voluntad. En nuestras actividades académicas, definamos la política que se privilegie al TecNM, para que el triunfo nos dé derecho a pertenecer como sistema; en nuestros concursos, para que el reto de ganar alimente desde el origen, al TecNM. Para que nuestros resultados de triunfo en cualquier certamen, en cualquier congreso, en todo escenario en el que seamos TecNM, sean los resultados para que la familia mexicana nos reconozca también como su identidad que le pertenece, la más grande institución de educación superior tecnológica.
Tecnológico Nacional de México, campus Tepic, Campus Orizaba, Campus Mérida o Campus Aguascalientes, como sistema dual, como institutos tecnológicos que renacieron junto al TecNM. Reconozcamos que nos nutre una misma identidad, del todo hacia sus partes: El TecNM que alimenta a cada instituto tecnológico del país.